¿SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN O SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO?

La personalidad tiene una parte biológica y heredada geneticamente y otra parte psicológica y aprendida con el entorno.

Rita Balderas*

“La información es poder” 
 Francis Bacon

Cuando muchos de nosotros abordamos un avión, manejamos nuestro auto o simplemente tomamos alguna medicina, no pensamos en lo que hay detrás, ni mucho menos nos pasa por la cabeza imaginar que alguno de ellos va a fallar. Más bien, pensamos que el avión no se caerá, que nuestro auto nos transportará hacia nuestro destino y que la medicina curará nuestros malestares. La fiabilidad o confianza con la que nos conducimos por el mundo cotidianamente nos permite tener la certeza del éxito de nuestras apuestas, e incluso nos hace pensar que tenemos el control de los sucesos, del entorno y de la naturaleza. Pero ¿en verdad tenemos el control de los hechos y la certeza de que 
la ciencia nunca fallará? ¿Qué nos hace pensar así? ¿Estaremos confundiendo 
información con conocimiento?
Hoy preferimos usar el chat o el email que enviar una carta por correo terrestre porque es más rápido, usamos la computadora más que la pluma y el papel porque es más veloz y menos cansado, y también preferimos usarlos los catálogos cibernéticos o buscadores como google o yahoo en internet que asistir a una biblioteca. Sabemos que la información está alojada en muchos espacios virtuales y que la velocidad de éstos es incomparable. 
Sin embargo, pocas veces reflexionamos si el hecho de tener acceso a información, producirla y hasta algunas veces sistematizarla significa producir conocimiento. En parte porque la idea de que poseerla nos sugiere y nos alienta a pensarnos poderosos
Empero, producir conocimiento, en un sentido normativo e ideal, significa  
contar con herramientas y recursos científicos (teorías y tecnología) para transformar el entorno y hacer de este mundo un lugar mejor para vivir mejor.
Ya nada es seguro. Hemos avanzado, pero también 
hemos retrocedido. ¿No se supone que el conocimiento  sería la etapa más evolutiva de la sociedad? ¿No sería él quien nos salvaría de los riesgos y peligros? ¿Hemos creado conocimiento o seguimos entrampados en un mundo de información y de avances tecnológicos?. 
De acuerdo con diversas teorías y estudios sociológicos es claro que esta situación de contingencia ha sido provocada por dos hechos. El primero, que acumular información ha sido confundido con crear conocimiento; y el segundo, que la creación y aplicación de éste pasa por filtros políticos y económicos que posibilitan la presencia de la dicotomía: inclusión/exclusión. 
Es decir, las tragedias medioambientales de los últimos tiempos y las complejas situaciones sociales, parecen estarnos diciendo que existe un claro desfase entre la generación de información, la creación del conocimiento y su uso y aplicación. Desfase que no sólo es producto de los intereses políticos y económicos que intervienen en el proceso, sino también de que hemos logrado dar el salto para crear conocimiento sólo para manejar y administrar información, bajo el supuesto de que en ella radica el verdadero poder.

¿Cómo llegamos a esto?
Las sociedades agrícolas tenían una característica central: la relación tiempo-espacio. Las certezas del mundo y de la vida cotidiana estaban sustentadas en una sola creencia: la existencia de Dios. Ésta fue la sociedad del campo, de las religiones y de la organización social tribal;los nacimientos, las actividades económicas ligadas al campo y el resto del que hacer del hombre iban en total sincronía con el tiempo y con Dios. El tiempo y el hombre estaban en sincronía. El eje articulador de la época era la familia nuclear (padre, madre e hijos) y la figura masculina se construía a partir  de la idea de proveedor y autoridad.
Sin embargo, entre los siglos xviii y xix Europa experimentó la evolución técnica, científica e intelectual más importante de todos los tiempos, misma que vendría a transformar a la sociedad agrícola. En ella se creó la primera máquina de combustión interna, que al principio funcionó con carbón y más adelante con petróleo, y así sucesivamente hasta llegar a la electricidad. A partir de esto comenzaron los cambios profundos en la organización de las fábricas, como la división especializada del trabajo y la producción en serie. Las civilizaciones urbanas 
comenzaron a proliferar, dejando atrás a las rurales y el consumo y la satisfacción de bienes fueron tomando el papel principal. 
El tiempo comenzó a asumir otro papel, de ser un elemento de sincronía con las actividades cotidianas pasó a ser la medida del trabajo. La producción y retribución de éste en función de un reloj. La época del industrialismo se caracterizó por los macrogrupos donde las clases sociales y su lucha fueron las premisas para entender su dinámica, y hasta cierto punto su trayectoria a futuro.
El tiempo y la mercancía sostenían una relación coo- 
dependiente en esta etapa. Las transformaciones sociales, tanto pública como privadas tenían su origen en ella. No  en vano el filósofo y sociólogo alemán, Carlos Marx, dedicó  casi toda su vida al estudio de esta sociedad, llamada por él la sociedad capitalista. Las desigualdades entre poseedores de medios de producción y desposeídos dieron lugar a conflictos graves, pues la pobreza crecía con la misma velocidad que el avance tecnológico. De esta manera, categorías como plusvalía, fuerza de trabajo y capitalismo revelaban lo que era esta gran revolución.

El arribo a la era de la 
información
Sin embargo, el avance tecnológico comenzó a darse mucho más rápido. Y como parte de este proceso imparable, apareció el telégrafo y otros múltiples inventos que desembocaron en la tecnología satelital, misma que hizo posible que la televisión se convirtiera en un medio mundial de comunicación. Así, en 1969 se estableció la primera red global de telefonía, y en la década de los años noventa el uso del cable de fibra óptica, mismo que elevó exponencialmente la capacidad de las redes de telefonía. A finales siglo xx el mundo contaba ya con una sólida red global de telecomunicaciones que han hecho del mundo, un lugar más pequeño y distinto.
Para 1970 los medios de generación de riqueza y de 
los avances se trasladaban de los sectores industriales a los sectores de servicios y a la mercancía intangible: el pensamiento; cambios que iban transformando diferentes espacios de la vida como el trabajo, la visión y percepción 
del tiempo y las formas de relacionarse afectivamente 
con los demás. Es decir, todos y cada uno de los espacios de vida. 
La era de la información había llegado, y la gran pregunta era si con ella el hombre había logrado ya poseer el control de su entorno y resolver los problemas a los que se enfrentaba cotidianamente.
Algunos estudiosos de lo social prefirieron llamar a esta etapa de la información la era del conocimiento. Daniel Bell y Anthony Giddens, entre muchos otros economistas y sociólogos, consideran que ambos términos son sinónimos, aunque algunos otros expertos en el tema como Ulrich Beck, Zigmund Bauman y Niklas Luhmann, señalan que las categorías son totalmente distintas, pues en realidad son 
dos fases de la modernidad en la que nos encontramos 
inmersos.
La primera surgió, (sociedad de la información) con el uso e innovaciones tecnológicas e información y las comunicaciones, la llamada era digital. La sociedad de la información tiene como características principales: “exuberancia (extensa cantidad de datos), omnipresencia (está en todas partes y sin límites de fronteras), irradiación (las 
distancias geográficas y de tiempo se reducen al mínimo),  velocidad (comunicación instantánea), multilaterialidad/ 
centralidad (la información circula por todo el mundo), 
interactividad/unilaterialidad (los usuarios son tanto con- 
sumidores como productores de información), desigualdad 
(no todo mundo tiene acceso a la información, ni todo país vive de la misma forma la época), heterogeneidad (internet como el ágora de debates e intercambio de ideas diversas), desorientación.
(la gran cantidad de información que se produce y se difunde a diario causa confusión y desorienta a los consumidores y productores), ciudadanía pasiva (el consumo prevalece sobre la creatividad y capacidad de 
reflexión y análisis)”³ .
La segunda (sociedad del conocimiento) es en realidad el ideal al que se supone debimos haber llegado hace años pero la sociedad de la información lo ha impedido pues hasta ahora ha obedecido sólo a intereses políticos y económicos. De aceptar como verdadera esta aseveración, la era del conocimiento es una etapa evolutiva hacia la que se dirige la humanidad, una etapa posterior a la actual era de la información, y hacia la que se llegará sólo si la información deja de ser una masa de datos 
indiferenciados y se asume como fuente de poder y no 
como poder mismo.
Para sostener este argumento hay que decir en principio que la información no se considera informativa y poderosa por el simple hecho de poseerla u obtenerla, pues por sí misma tiene la suficiente autonomía como para mantenerse independiente de los sujetos gracias a las tecnologías digitales. Miles de millones de datos permanecen en redes informáticas y digitales, una de ellas la “internet” sin que nadie pueda dominarla, administrarla o conocerla en su totalidad. Además, no hay que olvidar que la fuente de esos datos somos precisamente los propios sujetos. La información no es poder, porque su verdadera fuerza está en su uso. El conocimiento debiera ser, entonces, la sistematización de dicha información y la aplicación correcta de él para el beneficio humano.
¿La era del conocimiento?
Riesgo y peligro son dos categorías que distinguen a nuestra sociedad. Ambas son efectos colaterales del avance científico y de la desincronización de los actores en su uso. La contaminación de los ríos derivada del vertido de los residuos de las industrias; la contaminación del aire derivada por la emisión de gases tóxicos; la lluvia ácida que se extiende sobre los bosques de los países industrializados y que se produce como efecto de los gases contaminantes; la proliferación y fortaleza del crimen organizado; y el brote de epidemias por enfermedades novedosas como el virus de la influenza AH1N1 que pasó a ser una de las pandemias más peligrosas a nivel mundial, son algunas de las consecuencias. Hoy, ya no podemos asegurar que el avión que abordamos llegará siempre a su destino o que el tomar una medicina curará todos nuestros malestares, existe el riesgo (posibilidad latente) de que el avión se desplome, y de que los medicamentos no nos curen de 
la enfermedad.
Además, es importante considerar que las cadenas 
del tiempo no hicieron más que apretarse con el paso de los años a medida que éste se ha vuelto una causa de enfermedades, pues el ritmo cada vez es más intenso y existe todo un nuevo vocabulario de términos como velocidad de tirón, enfermedad de la prisa, acentuación del tiempo, tiempo de Internet,tiempo digital y hambruna de tiempo; reflejan la hipervelocidad con la que ahora se vive y el lado oscuro del avance científico. En la actualidad millones de personas se sienten acosadas, estresadas y con el shock del futuro encima debido a la compresión del tiempo.
El mundo de hoy vive en un escenario de contingencia, 
riesgo y peligro,donde no se tiene el control de los sucesos del entorno,donde no hay nada seguro sobre la estabilidad económica de los mercados, donde las grandes y poderosas potencias se mantienen al borde de la crisis, donde nadie puede tener la certeza y la fiabilidad de que lo planeado  saldrá tal y cómo lo ha pensado. ¿Poseemos información o conocimiento? Por desgracia parece que sólo tenemos información, 
pues recientemente ha quedado en evidencia que diversos gobiernos destinan recursos a otros rubros distintos al del avance científico, dejando de lado la producción de  
conocimiento bajo el argumento de que la información es poder.
La diferencia entre información y conocimiento es que conocer y pensar no es simplemente almacenar, ordenar y transferir datos, en una palabra, conocimiento no es igual a “vómito de información”. El conocimiento es el producto terminado que ha sido generado por la única máquina capaz de crearlo: nuestro cerebro. Esta máquina humana toma la información, a través de metodologías trabaja con ella, la analiza, le da dirección, y una vez sistematizada con fiabilidad y con claros objetivos por cumplir la llama conocimiento. Éste,sólo si es auténtico y veraz, se verá reflejado en la creación de estrategias y respuestas para saber cómo actuar frente a una situación de riesgo o peligro, es decir, para resolver problemas o enfrentar escenarios difíciles o graves.

De acuerdo con el estado del arte, el objetivo principal de la sociedad del conocimiento es pues, enfrentar las situaciones complejas del mundo para poder guiar a la sociedad a una forma más justa y más humana, en la que se integren información, tecnología,tiempo y humanidad, y en el que desde luego, el hombre siga siendo el dominante y no un mero reflejo digital. La gran pregunta es: ¿Cuándo arribaremos a esa nueva etapa?

La sociedad del conocimiento: 
el caso de México
Sin duda, arribar a la sociedad del conocimiento sólo sucederá cuando contemos con un elemento clave: la educación, en la cual vamos muy atrasados. Mientras la era de la información corre a una velocidad de 120 km/h, la 
educación lo hace a 60km/h, cuando mucho. El caso de México es particular pues la educación resulta ser un talón de Aquiles para su avance. Según datos oficiales, el porcentaje de analfabetismo a nivel nacional es de 8.3% y el promedio de años estudiados es de 9, lo cual quiere decir que el mayor índice de deserción se da en nivel secundaria, donde 
precisamente hace no mucho se realizó una reforma sin gran éxito, en la que por cierto se privilegió a la educación técnica (que no tecnológica), pues se propuso como meta incrementar su matrícula entre 2000 y 2003 en un 31.6%, mientras que para la educación general sólo aumentó en 13.5%4 y la universitaria sólo en 18% durante el sexenio 
de 2000-2006. Lejos de resolver el problema de fondo,la Secretaría de 
Educación Pública, institución encargada, lo ha fortalecido con sus planes y programas encaminados a preparar a los obreros del pasado y no a los científicos del presente y el futuro y menos aún a los obreros calificados. El día de hoy, cuatro de cada diez jóvenes estudian una licenciatura, y aunque ciertamente en 1995 eran uno de cada seis, el ritmo es más que lento. En parte, porque los diversos gobiernos han realizado recortes presupuestales graves a la educación superior, hecho que impide a estas instituciones generar un mayor número de matrículas. 
El tema de la mala calidad educativa obedece también a la lentitud de reformas profundas en el sector y a la existencia de diversos grupos protegidos como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte), liderado por quien desde hace décadas ha visto y manejado al gremio educativo como operador electoral y no como la columna vertebral para “empatarnos” con el tiempo y arribar a la revolución científica.
Reflexiones finales
Hasta aquí, hemos podido explorar una serie de hechos y datos que dan cuenta que, el desanclaje tiempo-espacio ha sido la constante en las dos revoluciones más importantes de la historia del hombre y el indicador más preciso de las 
transformaciones sociales, culturales y políticas de los últimos tres siglos. Nuestras relaciones de trabajo, de familia e incluso las íntimas, se han transformado de manera inevitable y silenciosa como el resultado de la era de la información y el avance tecnológico, quienes llevan la batuta del velocímetro mundial.
Para lograr empatarnos con la era de la información y dar paso a la era del conocimiento es necesario que los gobiernos y los políticos dejen de hacer referencia a ella como una etapa de acumulación de información.


* Maestra en Sociología Política por el 
Instituto de Investigaciones Dr. José María 
Luis Mora.

³ Delabre, T.Raúl.“Vivir en la Sociedad de la Información. Orden global y dimensiones locales en el universo digital” en Revista Iberoamericana de  
Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación, octubre de 2007.


 Rita B., "¿Sociedad de la información o sociedad del conocimiento?." El Cotidiano , no. 158 (2009):75-80. Redalyc, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32512741011








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